miércoles, 13 de mayo de 2020

Soltaste mi mano en el precipicio


Quiero que me mires a los ojos 
y entiendas por qué estoy tan perdida
en este desierto lleno de gente.

Me gustaría que intentaras cogerme el alma
y te lo inyectaras en las venas,
sintieras cada lágrima por la tez
y te volvieras para decirme que ahora sí sientes toda la falta que me hacías.

Sin ti ha crecido mi parte emocional,
cuando necesitaba una mano que coger,
no encontraba la tuya,
todo era como ahora me encuentro,
una oscuridad que inunda mis ganas de seguir adelante.

María necesitaba que la abrazaras y la dijeras que todo estaba bien,
pero sin embargo, aprendió a reconstruir sus heridas poniendo parches.
Ahora los parches se despegan y escuecen,
dicen que no hay remedio para esta enfermedad,
que el dolor de alma se cura aprendiendo a vivir con ello.

Corro lo más rápido que puedo,
intento no mirar a mi pasado,
todo el dolor que sentía,
todas las veces que me amenacé con acabar con todo si el destino no se ponía de mi lado.

No puedo decirte de frente que así no se trata a la gente que quieres,
dejándola sola en una fría habitación mientras llora
llora por cada segundo que pasa,
se aproxima la tormenta.

Y te fuiste, y me volviste a dejar sola,
había algo más importante que atender,
una llamada de teléfono que urgía más que curar una herida,
curar la primera herida de la que eras capaz de curar.

¿Cómo te explico que sufro hasta dormirme?
y tu haces que no te enteras.
"¿Qué sientes?"
Siento que me has dejado sola en el campo de batalla,
y llevo sola mucho tiempo, refugiándome en canciones y 
engañándome con que llevo la vida que quiero,
pero me faltan tantas partes de mi que ya no puedo salir a combatir. 



María Fernández.




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