sábado, 31 de agosto de 2019

Grito Paz, se acabó la guerra.

Miro hacia atrás y te veo,
pequeña María, 
llena de inquietudes, deseos y ganas de ser mayor sin tener ni idea de lo que estabas pasando.

Utilizabas las palabras como balas ante la dura vida,
libretas de clase llenas de futuros títulos a tu estado de ánimo,
horas perdidas bajo la melodía de Lana del Rey sonando de fondo.

Nadie te entendía,
tampoco querías que nadie lo hiciera.
Tan sólo te bastaba con escribir lo que no podías gritar.

Los pájaros de tu cabeza volaron libres durante tanto tiempo por tu blog, 
te sentías poderosa de saber con creces que en tu pequeño espacio, eras la mejor de todas.

El tiempo pasó,
la gente se fue,
yo cambié.

Te intenté asfixiar las ganas de seguir volando,
quise apretarte tan fuerte contra la realidad que tuviste que renunciar a ti misma,
negaste tus emociones,
creías que así ibas a ser más valiente, más poderosa, más tú.

Vuelta al hoyo,
esta vez tocaste fondo,
vuelta a equivocarte.

Como un tornado que arrasa todo por donde pasa,
el laberinto de mis porqués que te atormentaban constantemente,
las ganas de salir corriendo y no saber ni por qué.

Los atardeceres se fueron acumulando bajo tu delicada espalda,
el chico por el que suspiras en tus antiguas entradas se aprovechó de ti,
te utilizó, te martirizó y te hizo sentir todo lo que ahora reivindicas: una pobre niña maltratada sin saber qué caminos escoger.
El mismo que te inspiraba cada día,
el mismo por el que prometías creer en las películas de amor,
al que recitabas una y otra vez las poesías escritas en tu antigua libreta de lengua.
Te culpabas de haber recibido un amor que debería de estar prohibido.


Los días se fueron haciendo cada vez más pesados.
Ya no eras tú.
La oscuridad se fue apoderando de ti,
pero tenías más luz que la luna llena en mitad de una noche fría.
Conseguiste vencer a las pequeñas pesadillas que atormentaban tu pequeña cabeza.
Por un tiempo mantuviste la calma que un mar tiene en mitad del otoño cuando las lágrimas de la tempestad le rozan.

Y ahora, creyéndome más mayor que nunca, me doy cuenta que renuncie a ti, renuncie a mi misma.
Te dejé de lado por mucho tiempo,
no me atrevía a encontrarme de nuevo,
no me veía preparada para volver a mirarme en el espejo con los mismos ojos que habían sufrido tanto tiempo.

Pequeña María del pasado, libre y valiente
siento no haberte escuchado cuando estabas pidiendo a gritos ayuda,
siento haberte dado de lado tanto tiempo,
siento no haberte dado voz en medio del vacío,
siento haberte culpado de todos tus males y desgracias,
no tienes la culpa de nada, tan sólo fuiste la víctima de alguien que se aprovechó de lo bonita que es tu alma.

Ahora más que nunca, necesito recuperar todo lo que fui y sacarlo a la luz con más fuerza que nunca.
Gracias por haberme dejado este pequeño mundo, aunque estuviera destruido por las incesantes bombardeos de mi alrededor, ahora es más nuestro que nunca.


Carta de mi para mi del pasado.



Fotografía protegida por derechos de autor, su utilización, manipulación o difusión está totalmente prohibida.




María Fernández 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué habeis sentido al leerlo?