La Primavera jamás contada

Me paseo por el suave desliz de las gotas de los charcos,

Mantengo el silencio para que reinen el ajetreo de las copas de los árboles,

pinos fuertes, robles frondosos, que esconden al fondo del bosque el final del invierno.

Cojo aire para llenar todo mi cuerpo de vida, mi pelo revolotea con el aire de primavera, aun se puede respirar el frío de las montañas, que pronto desaparecerá a medida que el sol aprecie mis pasos.

Mis manos tiemblan y mi piel se eriza, cada vez está más cerca la cima.

Los pájaros cantan mi llegada, los animales siguen paciendo tranquilos, mientras que las heladas se apartan.


Saben que son parte del cuadro jamás pintado por el mejor artista.


Sigo trepando, la última cuesta es la que menos importa, con cada paso mi cuerpo se siente más fuerte, más conectado y a salvo.

Y cuando corono cima, las flores vuelven a bailar con el aire, los animales observan fijamente como llega tras de mi una la luz cegadora.


Y me pregunto si de verdad estoy alcanzando la cima, o es parte de besar tu cuerpo.

Si eres tú el que de verdad trae la primavera con cada beso,


Si realmente es verdad que los bosques guardan los mayores secretos, 

entonces tendrían que callar la manera en la que nos miramos, nos tocamos, nos agarramos y nos tiramos al precipicio cuando la luna asoma y nos bastamos con nuestro sexto sentido.

Quisiera saber si eres parte de la brisa mañanera o son tus suaves labios,

Si es verdad que existen los eclipses o es tu manera de mirar el mundo,

Y si la vida realmente existe para darnos un desafio,

o si mi verdadero destino es construir más primaveras contigo.



María,

Infinitos por un momento

 Fuiste huracán en medio del desierto,

te atreviste a desvestir mis miedos

y darme la seguridad que necesitaba para volver a volar.


Conseguiste destruir los muros que me separaban de ti y los hiciste pedazos.

Pero yo no lo conseguí,

No pude colarme en tus pensamientos,

no pude conseguir que sintieras lo mismo,

y eso lo supe la última vez que te miré a los ojos y dejaron de brillar.

Ya no te ilusionaba.

Dejó de haber magia y sólo sentí la inmensa noche aplastarnos como si nunca hubiésemos existidos, como si nunca hubiésemos sido nosotros.





María.

Segundas partes

Me he acostumbrado a echarte de menos,
a dejar de oler tu risa por las tardes,
a amanecer sabiendo que este día tampoco te volveré a ver.

Me escribes
para que te recuerde
y me extrañas
aunque calles mil silencios.

Piensas que soy muy intensa,
que vivo la vida por mil
y que no siempre voy a encontrar la perfecta canción para escribir.

Dices que no hay que pensar tanto
y vivir un poco más,
pero desde que te fuiste,
prefiero pensar en que no va  haber un mañana,
la luna no se asomará por la colina,
los gatos no cantarán la 5ª. sinfonía 
Veré el amor bajo las letras de Schopenhauer,
recuperaré los viejos amores de verano
que te sustituirán hasta que vuelvas a recuperar lo que es
 nuestro.


María F


La luna iluminaba mi alma

Soy esa niña de papel que 
se disfrazó con su mejor máscara.

La misma que te ilusionó 
porque no supo seguir su propio corazón.

Seguí persiguiendo un pobre pájaro que apenas sabía volar,
y lo creí como el primer hombre que llegó a la Luna.

Quise rebobinar el tiempo,
detenerme en el momento que mis ojos vieron pasar
las mejores películas de amor,
las tres canciones más tristes del mundo
y los poemas más sinceros de Lorca.

Me hace falta volver a confiar 
un poco en los demás
y mucho en mi misma.

Quiero volver a sentir con las mismas ganas,
encontrarme de cara con la ilusión de las primeras veces,
llegar a casa con una enorme sonrisa 
porque no puedo despegarme de todo lo que me hiciste sentir.

Arriesgar y ganar,
perder por arriesgar
y aprender que la vida se basa en eso.

Ojalá mi mente se dejara llevar de nuevo,
pero es que me he llevado tantas lágrimas a la cama,
que mi razón ha dejado de insistir.

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-María F


Soltaste mi mano en el precipicio


Quiero que me mires a los ojos 
y entiendas por qué estoy tan perdida
en este desierto lleno de gente.

Me gustaría que intentaras cogerme el alma
y te lo inyectaras en las venas,
sintieras cada lágrima por la tez
y te volvieras para decirme que ahora sí sientes toda la falta que me hacías.

Sin ti ha crecido mi parte emocional,
cuando necesitaba una mano que coger,
no encontraba la tuya,
todo era como ahora me encuentro,
una oscuridad que inunda mis ganas de seguir adelante.

María necesitaba que la abrazaras y la dijeras que todo estaba bien,
pero sin embargo, aprendió a reconstruir sus heridas poniendo parches.
Ahora los parches se despegan y escuecen,
dicen que no hay remedio para esta enfermedad,
que el dolor de alma se cura aprendiendo a vivir con ello.

Corro lo más rápido que puedo,
intento no mirar a mi pasado,
todo el dolor que sentía,
todas las veces que me amenacé con acabar con todo si el destino no se ponía de mi lado.

No puedo decirte de frente que así no se trata a la gente que quieres,
dejándola sola en una fría habitación mientras llora
llora por cada segundo que pasa,
se aproxima la tormenta.

Y te fuiste, y me volviste a dejar sola,
había algo más importante que atender,
una llamada de teléfono que urgía más que curar una herida,
curar la primera herida de la que eras capaz de curar.

¿Cómo te explico que sufro hasta dormirme?
y tu haces que no te enteras.
"¿Qué sientes?"
Siento que me has dejado sola en el campo de batalla,
y llevo sola mucho tiempo, refugiándome en canciones y 
engañándome con que llevo la vida que quiero,
pero me faltan tantas partes de mi que ya no puedo salir a combatir. 



María Fernández.




Mi hogar

El agua sigue cayendo,
los animales se reconstruyen,
en el bosque no se escucha el estruendo.

Las golondrinas de Bécquer huyen,
ya no quieren saber más del mundo,
quieren volar libres como el viento.

Nosotras vemos los árboles en silencio,
queremos que la vida pare en seco,
mientras el resto sigue creyendo
que son los dueños del universo.

Un rayo de sol aprovecha el hundimiento
del largo día que acecha por dentro.
Pronto iluminará la luna,
a todas las almas que luchan
incansablemente por seguir riendo.

Los pájaros acaban su duelo,
mañana será otro día,
el verde iluminará la mañana
y volverá a liberarse el cielo
con la brisa de la mañana.

María F